El poeta árabe es desdichado
La sangre del desierto hierve en su sangre
Y las caravanas de camellos sedientos
Jamás viajan más allá de sus fronteras
Y el dulce marrón está en las conchas de los mares
El poeta árabe es desdichado
Se acostumbró a morir con la espada de su silencio
Arrojó sobre sus ojos todos los secretos
Y dijo: mañana entenderás los secretos de mis ojos
Yo te dejo las palabras sobre mis ojos
Pero, creo que no entendiste
الشَّاعِرُ الْعَرَبِيُّ مَحْرُومٌ
دَمُ الصَّحْرَاءِ يَغْلِي فِي نَشِيدِهْ
وَقَوَافِل النُّوقِ الْعَطَاشْ
أَبَدًا تُسَافِرُ فِي حُدُودِهْ
وَالْحَلْوَةُ السَمْرَءِ فِي صَدْفِ الْبِحارِ!
الشَّاعِرُ الْعَرَبِيُّ مَحْرُومٌ
تَعَوَّدَ أَنْ يَمُوتَ بِسَيْفِ صَمَتِهْ
ألْقَى عَلَى عَيْنَيهِ كُلَّ السِّرِّ
قَالَ: غَدًا سَتَفْهَمُهَا عَيُونِي
وَأَنَا تَرَكْتُ لَكَ الْكَلَامَ عَلَى عَيُونِي
لَكِنْ , أَظُنُّكِ مَا فَهِمْتِ!