El Árabe y el Persa: Un romance milenario

La inigualable belleza de la lengua persa se encuentra arraigada en una fusión única de sistemas lingüísticos, donde la influencia árabe desempeña un papel crucial. Este idioma, fascinante por derecho propio, alberga en su estructura dos sistemas que coexisten de manera armoniosa: el persa e intrínsecamente entrelazado a él, el árabe.

Antes de adentrarnos en este tejido lingüístico cautivador, es esencial destacar que el persa pertenece a la macro familia de lenguas indoeuropeas, compartiendo su linaje con idiomas como el hindi, el kurdo, el alemán, el inglés, el italiano y el español, entre otros. En un encuentro paradigmático, se fusiona con el árabe, una lengua semítica, dando lugar a un fenómeno lingüístico extraordinario que trasciende las barreras de las familias lingüísticas y resuena como un caso notable en el vasto panorama de la comunicación humana.

Antecedentes históricos

Para adentrarnos en la rica historia lingüística del persa, es imperativo recordar su arraigo en la familia de lenguas iranias, donde comparte linaje con el pashtún, el kurdo y el gilakí, entre otros. Este grupo, inserto en el entramado de las lenguas indoiranias, establece conexiones contemporáneas con primos como el urdu y el hindi, y se ramifica en la macro familia de lenguas indoeuropeas, donde el persa encuentra parentesco distante con lenguas como el griego e italiano.

Alfabeto persa antiguo

No obstante, para entender la evolución del persa en términos diacrónicos, debemos remontarnos al «persa antiguo», ergo el habla del pueblo y la corte del imperio aqueménida (550 a.C.–330 a.C). En este período, la corte empleaba el arameo como lengua administrativa y para las relaciones exteriores, dejando una huella notable en el persa antiguo con la penetración de términos arameos en el lenguaje común. Además, la adopción del cuneiforme, un sistema de escritura mesopotámico (donde hoy está emplazado el moderno estado de Irak), ilustra la fusión de tecnologías lingüísticas en ese tiempo remoto.

El persa, impregnado de la influencia árabe, emergió con una identidad renovada y una voz propia en el concierto de las lenguas de la civilización islámica.

El «persa medio pahlavi”, el siguiente escalón en la evolución, floreció durante el imperio sasánida (224-651 d.C), adoptando tanto la forma de escritura derivada del arameo como numerosas palabras provenientes de este idioma. Esta etapa sirvió como el vehículo comunicativo para las ideas religiosas de Mani, una corriente que se extendió ampliamente en términos cronológicos y geográficos, marcando así una conexión intrínseca entre la lengua persa y las influencias semíticas a lo largo del tiempo. La fluidez de esta integración demuestra la asombrosa capacidad del persa para absorber y amalgamar las influencias lingüísticas, convirtiéndose en un crisol vivo de la rica historia cultural del Medio Oriente.

Influencia árabe y semítica en el persa nuevo

La encrucijada histórica del S.VII, marcada por la expansión árabe sobre los territorios que anteriormente pertenecían a la corte sasánida, engendró un fascinante fenómeno lingüístico que esculpiría la identidad del persa hasta nuestros días. La expansión de los musulmanes, una de las epopeyas más singulares en la historia de la civilización, se propagó de manera vertiginosa, abrazando tanto el oriente como el occidente de la península arábiga.

En este rápido despliegue, la dinastía omeya adoptó la arabización como política central, afectando profundamente a todos sus dominios. Este proceso se manifestó de manera peculiar en civilizaciones ancestrales como Egipto, que, sorprendentemente, abrazó la lengua árabe de manera firme. Este contraste resulta especialmente intrigante al observar a Irán, comúnmente conocido como «Persia» aunque este término sea impreciso y heredado de la sesgada historiografía grecolatina. A pesar de ser una civilización antigua, Irán no sucumbió a la arabización; más bien, logró transformar este proceso en un fenómeno propio y distintivo.

El Shahnameh («Libro de los reyes», escrito entre 977-1010 d.C.) es una epopeya medieval escrita por el poeta Abol-qasem Ferdosí (940-1020 d.C.) con el fin de preservar los mitos, leyendas, historias, lengua, y cultura de la antigua Persia. El artista Hamid Rahmanian fue el primero en plasmar gráficamente la geografía descrita en El Shahnameh.

Acompañando estos cambios, factores políticos como la integración de los persas en la corte abasí y, como consecuencia, la aparición de sultanatos persas independientes en el oriente, consolidaron lo que hoy conocemos como «persa nuevo». Esta lengua, cuyo máximo exponente es la obra paradigmática «Shahname» de Ferdosí, se erigió como la síntesis única de una rica historia de encuentros culturales y transformaciones lingüísticas.

Este contexto histórico tumultuoso se convirtió en el crisol en el que el persa, impregnado de la influencia árabe, emergió con una identidad renovada y una voz propia en el concierto de las lenguas de la civilización islámica, extendiendo su influencia literaria por las zonas de Anatolia, Asia Menor, Asia Central, el sub-continente indo y hasta la misma China. De forma en que el mundo islámico queda dividido entre dos grandes influencias culturales: el mundo arabizado y el mundo persianizado.

A pesar de ser una civilización antigua, Irán no sucumbió a la arabización; más bien, logró transformar este proceso en un fenómeno propio y distintivo.

El árabe en el persa

En estrictos términos lingüísticos, el persa es un sistema comunicativo totalmente independiente de la lengua del Corán. Si un árabe y un persa hablan cada uno en su idioma, el porcentaje de inteligibilidad alcanzaría sólo a que distingan algunas palabras aisladas. Por eso mismo, para poder determinar con mayor precisión este asunto, tenemos que buscar la lupa y tomar nota de algunas las siguientes cuestiones:

1. El alfabeto persa es el alifato árabe modificado

A las 28 letras comunes del árabe, se le suman 4 propias del persa, que son: پ /pe/ – چ /che/ – گ /ge/ – ژ /zhe/ . Si bien el persa de Tayikistán adoptó el alfabeto cirílico, el alifato es de uso común por todos los hablantes de la lengua de Ferdosí. Cabe destacar también que los persas se han destacado en el arte caligráfico, teniendo como excelencia la caligrafía bella conocida como “nastaliq”.

2. El vocabulario de la lengua persa ha sido fuertemente influenciado por el árabe

Si bien los arabismos en las obras de Rudakí y Ferdosí (S.III de la hégira lunar) son muy escasos, ergo sólo llegan al 8%. Hoy en día, los arabismos en el persa son del 30% al 60% del léxico según el área donde se hable como así también el extracto socioléctico al que pertenezca el hablante. 

3. Las palabras árabes en el persa mantienen casi siempre la ortografía árabe

Por eso se conservan en el persa distintas letras árabes que en el persa suenan igual (lo cual convierte al persa en un idioma más sencillo en términos fonéticos). Sin embargo existen diferencias fonéticas, es decir, las palabras árabes en el persa son “persianizadas” en términos fonéticos. El ejemplo más claro es el de کتاب , que en árabe es pronunciado como /kitaab/ pero su pronunciación en persa es /ketâb/. Este fenómeno es muy parecido a lo que en japonés se conoce como “kanji” es decir la asimilación de los elementos de la lengua china en el “nihongo”.

Miniatura de un Shahnameh de Ferdosí. ©Metropolitan Museum of Art, NY.

4. Giros retóricos árabes persianizados

Existen muchas expresiones en persa que son calcos del árabe reconvertidas en persa. Podemos citar el caso paradigmático del inicio del “Shahname” de Ferdosí que reza así:

به نام خداوند جان و خرد
/be nâm-e jodâvand-e yân-o jerad/
(En el nombre de Dios, señor de la vida y la razón)

El cual es una imitación en persa de la icónica “basmala”, la frase de apertura del Sagrado Corán:

بسم الله الرحمن الرحیم
/bismillahi rahmani ramin/
(En el nombre de Dios, clemente y misericordioso)

5. Otras influencias semíticas en el persa nuevo

La tradición judía tiene una amplia historia en Irán desde tiempos remotos, de hecho, antes de las obras de Rudakí y Ferdosí, existió un “judeopersa” en el cual se escribieron muchas obras, sobre todo de corte teológico. Cabe destacar una palabra de uso muy corriente hasta el día de hoy en el persa nuevo, شنبه /shanbe/ que viene del hebreo “shabbat”. Sumado a esto, podemos también indicar la influencia retroactiva no menor del arameo que hereda el persa nuevo de su padre el persa medio pahlavi y el persa antiguo aqueménida.

Conclusión

En la actualidad, nos encontramos inmersos en un contexto marcado por tensiones identitarias palpables. En este escenario, es común toparnos con defensores del pan-arabismo que menosprecian la lengua persa, desvalorizando su importancia y etiquetándola despectivamente como «árabe mal hablado». De manera igualmente frecuente, nos enfrentamos a partidarios del nacionalismo persa que abogan por la idea de una «purificación» del persa, sugiriendo que la influencia árabe/semítica es un elemento contaminante desde una mera perspectiva ideológica.

La fusión lingüística del persa ha dado lugar a algunas de las obras más sublimes y apreciadas de la humanidad, desafiando las barreras identitarias y destacando la capacidad del persa para tejer un tapiz lingüístico que trasciende fronteras y prejuicios.

Ante esta encrucijada, la solución propuesta radica precisamente en la premisa inicial: el persa posee la singularidad de albergar en su esencia dos sistemas lingüísticos, erigiéndose como un sólido puente entre el mundo indoeuropeo y el mundo semítico. Las obras literarias gnósticas (erfan) de Rumi y Attar, ricas en léxico árabe, así como las epopeyas de Rudakí y Ferdosí, las reflexiones sabias de Nezamí y Sa´di, son testimonios elocuentes de la belleza inherente a esta amalgama lingüística.

En lugar de ser vista como una fuente de discordia, la coexistencia de estas influencias lingüísticas enriquece el persa, otorgándole una profundidad cultural única que ha resistido la prueba del tiempo. Es esta fusión lingüística la que ha dado lugar a algunas de las obras más sublimes y apreciadas de la humanidad, desafiando las barreras identitarias y destacando la capacidad del persa para tejer un tapiz lingüístico que trasciende fronteras y prejuicios.

Todo alumno de árabe ya tiene un pie en el persa y todo alumno de persa ya tiene un pie en el árabe.

Leandro Bracamonte es licenciado en lengua y literatura persa, profesor de persa para extranjeros y fundador del instituto Salman Farsi.
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